En honor a las superblogueras, los domingos de moda, el horror de Fiona no te necesito y otras lindezas, ahí va un post para las que quieren pero no pueden. Comme moi
Ir de tiendas es bonito. Ir de tiendas, que no de shopping, es cansado. Pero, sobre todo, ir de tiendas es, a veces, imposible. O no tienes tiempo, o no tienes cuerpo, o tienes remordimientos tarjeteros o, como me pasa a mí, entrar en algunas tiendas es una gymkhana que ríete tú del Grand Prix. Os pongo en situación.
La redactora jefe y su pequeña becaria sentadita en su silla se disponen a entrar a una tienda. Urge renovación de armario. La ropa de no premamá comprada con miras a un futuro delgado me hace parecer un saco de patatas vacío. Objetivo: cambio de temporada.
Encontrada tienda sin escaleras (olvídate de Blanco), toca pasearse por los pasillos estrechos, tirar algo al pasar o cargarte un escaparate minimalista. Conseguido. Tengo lo que quería. Vamos al probador. Ah, claro, yo sola... ¿y mi acompañante? Malenita guapa, calladita, que la dependienta insecto palo nos mira mal. La nena, que nunca llora - de verdad- se pone a berrear al verse sola en un pasillo negro con cortinas negras. Mami sale a medio depilar vestir para recibir una sonrisa desdentada. Sigamos. Con las prisas y el sofoco, ya ni sé qué quiero ni qué termino de querer. No mucho tacón, no mucha minifalda, algo que se lave. Vamos, nada muy divertido. Agotada, salgo de la tienda con una camiseta y OTRA chaqueta.
Siempre nos quedará internet y sus monísimas teindas online, donde tienesque adivinar si te cabrá el culo en ese pantalón o si el vestido se te saldrá por el escote. Resultado, OTRA camiseta.
Como Dorothy, sueño con un camino de baldosas doradas que me lleve a un lugar donde comprarse ropa sea bonito, relajante, fácil y sencillo. NO a las cortinas que no cierran, NO a los pasillos angostos, NO a las tiendas con escaleras.
He dicho.