lunes, 28 de enero de 2013

Deep forest


Cuando en el bosque te adentres, 
Niña de trenzas largas
Mira siempre al frente,
No seas despistada
Que el peligro acecha,
Tu piel se cotiza cara
Eres tesoro de fieras
Bocado de alimañas

Tu madre quedose en casa
Reza por tu alma
Teme la sombra del viento
El susurro de las hadas

Así que huye del lobo
Del hombre del saco, 
Del tragaldabas
Del príncipe azulado,
Del mago barbudo
De quien no te de la mirada
Tu madre quiere vuelvas
Al calor de la llama
Cobijarte en su regazo
Y que no te pase nada






jueves, 17 de enero de 2013

Relatos de invierno. El diario rojo III


Un trazo vacilante, un tanto infantil. Caligrafía de colegio de monjas, de chica de la sección femenina. Era de su madre. La recordó tal y como era en aquellos años. Su olor a lejía y Eau de Rochas. Los ojos pintados de azul. La comida en la mesa y el bocadillo a la salida del cole. Tenía la misma edad que ella ahora y,sin embargo, le parecía tan lejana...
Emocionada y sorprendida, comenzó a leer
"Hija,
Dentro de muchos años, cuando vuelvas a abrir este diario, te encontrarás con esta carta. No se si estaré aún contigo, por eso quiero dejarte estas palabras.
Ojalá tus sueños de niña se cumplan; ojalá conserves la mirada pura y el corazón caliente. Nunca dejes de soñar, mi niña, porque tus ilusiones serán el motor de tu vida. A mi edad, que quizás sea ahora la tuya, ya he visto caer mis castillos de arena. Protege los tuyos, se valiente. Confía en ti misma. Que nunca se te olvide que eres especial
Te quiere
Mamá"
Mariela miró a su madre. A esa señora sentada frente al televisor, de mirada perdida y cuerpo derrotado. Por primera vez la comprendió. Y la quiso como nunca.
Cerró el diario, no sin antes volver a meter la carta donde estaba. Después,  alió de casa de sus padres, rumbo a la papelería. Y compró un diario. Un diario rojo. En la primera hoja escribió
"Querida hija..."

lunes, 14 de enero de 2013

Relatos de invierno: el diario rojo II


Cuando llegó a casa, sus rápidos dedos devoraron el celofán de la envoltura. Olió las hojas, acarició el lomo del diario rojo. Nunca tuvo un perrillo al que acariciar, pero el amor debía ser algo como eso: sentir el tacto del cariño. 
Con boli Bic de tinta azul desvirgaría la blancura del cuaderno y lo haría suyo. Letra redondilla y apretada, código de historias que bailaban en su mente. Y anécdotas. Detalles en los que tan sólo ella reparaba - siempre supo ver más allá de lo evidente- Todo eso u más quedaría registrado en el diario del Cadillac rojo.
Mariela recordaba retales de infancia sentada en la mesa camilla de casa de sus padres, con el diario rojo en el regazo. Lo abrió. Se emocionó al reencontrarse con la niña que fue. Un olor a chicle de fresa y colonia Chispas embriagaba sus recuerdos. De repente, una cata se deslizó de entre las hojas. No recordaba haber guardado nunca nada dentro. La recogió, desplegó y su corazón dio un vuelco.
Aquella letra le era tan familiar...

Continuará

jueves, 10 de enero de 2013

Relatos de invierno: El diario rojo I


Al deshacer las cajas de mudanza, Mariela encontró un pequeño tesoro. Un recuerdo de infancia tan embriagador como la magdalena del escritor francés. Un diario con candado y un Cadillac rojo en la tapa. Aquel que comprara en la papelería de su barrio.
Mariela se crió en un pequeña ciudad de provincias del interior, en un barrio obrero, donde olía a cocido y as señoras bajaban a comprar en pan en bata y rulos. No tenía muchas cosas; tampoco las necesitaba  Debajo de la cama, guardaba sus tesoros. Cajas de zapatos y puros, contenedores de señuelos  Collares de bisutería, un billete de cinco dólares, imperdibles,  cromos, chapas... Encontrados aquí y allá, heredados o regalados. Objetos con alma e historia que sólo le pertenecían a ella. 
El día de su octavo cumpleaños, su tía abuela le dio un billete de quinientas pesetas. Le dijo que se comprara lo que quisiera. Marialea lo tenía muy claro. El objeto de sus deseos estaba expuesto en el escaparate de la papelería de su calle. Un diario. Pero no uno cualquiera. Un cuaderno de tapa dura, cantos dorados y candado con llave.

Continuará

miércoles, 2 de enero de 2013

La joven de la perla


Llega tarde a casa. Antes de abrir la puerta, borra la letra escarlata de su frente.La sonrisa de placer no permitida. El espejo del ascensor le chiva que perdió un pendiente. Maldito él. Estará escondido entre unas sábanas, o debajo de una alfombra, dispuesto a salir a la luz en el momento más inoportuno, a ser encontrado por otra, que no es su dueña. Una perla. Una inocente perla. un pendiente de niña buena. Un regalo de aniversario, quizás. Y se quita la otra con gesto rápido. Hoy hará la cena desnuda de joyas, de te quieros y cariños. Se acostará con ese desconocido con el que comparte edredón e hipoteca. 
Y,  a pesar de todo, seguirá siendo tan pura como la perla que perdió, tan real como el gemido que se la arrancó.