jueves, 28 de junio de 2012

Broken toy


La puerta de un hospital. un hospital infantil. Dos hombres fornidos. Padre e hijo, quizás. Lloran desconsolados, abrazados, aturdidos. El más mayor sujeta con fuerza una caja. Una caja de regalo con un lazo amarillo. Es un juguete. Un juguete sin dueño; un regalo sin hacer. Sería para un niño. Para el niño por el que lloran. Un juguete que no dibujará sonrisas, porque el niño ya no puede sonreír. Los dos hombres abrazan la caja, la miran. y recuerdan la ilusión con la que la compraron, la misma que ya no tendrán nunca más. 
El juguete se queda tirado en la acera. Los hombres bajan por la avenida, deshacen el camino. Solos. Tan solos...

sábado, 23 de junio de 2012

A la hoguera


Brujas, meigas, espíritus de libertad
Encended el fuego, vamos a quemar
Los ropajes de invierno.
La luz que llevas dentro,
hoy todos la verán.

Una chispa de gracia,
Un deseo sin gastar
Un beso que no diste
Un amor por encontrar

Arde, grande, al cielo llegarás
Te llevarás las penas,
Nuevos nos harás
 Cuando San Juan llegue
Mío tu serás

lunes, 18 de junio de 2012

El hombre que soñó una perla. Desenlace


Como si se hubiera despertado de un mal sueño, Fabien decidió olvidar lo sucedido. Simplemente, no había pasado. La rutina volvió, como las olas vuelven a la orilla. Nada cambió, todo seguía igual. ¿Todo? Solo un pequeño detalle. Cada mañana, al despertar, encontraba arena entre las sábanas. Al principio no le dio importancia; era normal viviendo en las Landas. Pero cada día había más. Lo que empezó siendo molesto, se convirtió en un problema. No podía dormir bien, notaba una presencia, un rumor de ola y salitre.
Fue la noche de San Juan. La más corta y mágica del año. La sintió, supo que era ella. La mujer que siempre soñó, modelada en arena y nácar. Rotunda y frágil; etérea y cambiante. La abrazó con fuerza, sintió su sabor salado. La amó como las olas aman la orilla. Al desepertar, ya sabía que no estaba, que solo quedaba de ella arena y una perla. La que la duna transformó en mujer.


Este relato nace del amor a una tierra, o mejor dicho, a una arena. La de las Landas y la Duna de Pylat, donde el bosque se transforma en bahía. Del amor a las gentes que la habitan y que fueron y son mi familia. a todos ellos, MERCI!!

viernes, 15 de junio de 2012

El hombre que soñó una perla II


Amanecía. Fabien dirigia su barquita hacia los criaderos. Era domingo, tocaba elegir los mejores frutos. Antes del mediodía ya tenía el tenderete montado junto a la Jetée Thiers. Le gustaba preparar las ostras en platos: abrirlas, limpiarlas, presentarlas de forma bonita, con un limón en el centro. Y pasó. Al abrir una de ellas, apareció la perla, el Santo Grial de los marineros. Perfecta, lisa, brillante, grande. La sublimación de un grano de arena. De sus ojos se escapó una lágrima envidiosa; de su pecho, una punzada de felicidad. La guardó en el bolsillo, disimuló, y siguió con su trabajo. Los clientes se extrañaron de verlo sonreir. 
Al caer la tarde subió a la duna. Se refugió de los turistas tras el muro del búnker enterrado. Sacó de su bolsillo la perla y la contempló. Dio las gracias por tenerla, por haberla encontrado. Era suya, solo suya.  Quizás fue la emoción, pero sus manos empezaron a sudar y la bolita resbaló. Rodó duna abajo, se confundió con la arena y se perdió en la inmensidad de la bahía. Fabién salió tras de ella, pero nada pudo hacer. Tumbado a la orilla del mar, lloró salitre amargo; lloró hasta quedarse dormido.
Amanecía. A Fabién le despertó la marea que subía. Regresó a casa. Sintió una sombra que le seguía, una extraña sensación. Todo había parecido un sueño. O no...

Continuará


miércoles, 13 de junio de 2012

Relatos estivales: El hombre que soñó una perla I


La dune du Pyla
Se llamaba Fabien y cultivaba ostras. Como su padre, como su abuelo. Desde que las marismas se volvieron Landas, siempre había habido alguien en la bahía dedicado a ello. Vigilar las mareas, mimar los moluscos, recolectarlos. Casitas ancladas en sus arenas movedizas. Aisladas de noche, cuando todo se volvía laguna. Los domingos, montaba un puesto en el paseo, junto al espigón, y vendía las mejores ostras. A 20 francos la docena. A los habituales, se sumaban en verano los veraneantes que, conociendo la calidad de su producto, madrugaban para comprar las mejores piezas. Nunca quiso conocer mundo; tenía todo lo que necesitaba. Se hubiera conformado con una mujer de curvas rotundas que le esperase por las noches con la cena y la cama calientes. Pero Fabien era un solitario, un lobo de la bahía.
Las noches de verano,  gustaba de adentrarse en el bosque y subir a la duna, a la gran señora. Aquella montaña de arena infinita que daba paso al océano. Contemplaba las estrellas y les contaba sus penas. También pedía deseos, más por rutina que por fe. Encontrar un tesoro dentro de una ostra. Una perla de blancura perfecta, nacarada y pura; el fruto de su trabajo. Allí, dueño del bosque y el mar, soñaba con ese día. Aunque nunca imaginó que llegaría de verdad…

Continuará

viernes, 8 de junio de 2012

Un cuadro a la semana. Nevera de hielo

Antonio López - Nevera de hielo
Una nevera vacía
Desolación
Niños que piden merienda
Potaje para hoy
Olla de inventos llena
de restos de vacío


Rutina de pobres
Sueños de chuletón
Yogures de marca,
Heladitos de limón

Otro día de hambre
Víspera de lo mismo
¿Quién trae pan a la mesa
Si el panadero se ha ido?

lunes, 4 de junio de 2012

Mariposa de cera


Mariposa que nace, sueños de libertad
Imagina cielos que surcar,
 nubes que colorear
con sus alas, traviesas
Efímera aventura, déjala soñar

Mañana llega, oscuro está
¿Quién olvido el lucero
encenderal despertar?

Mariposa de cera
El sol no verás
Como Ícaro consumida
Por querer volar