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Lauren Elycerose |
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Nunca conoció a su madre. Su padre le contó que, como la
quería tanto, fue capaz de dar su vida para que ella viniera al mundo. Maya
tenía una foto suya en la mesilla de noche. Todas las noches le daba un beso y
las gracias por haber sido tan valiente. Maya y papá eran muy felices juntos;
hasta aquel domingo en que fueron al zoo. Ella ya sospechó que algo iba a
pasar, porque su padre le hizo ponerse el vestido de los lazos.
- ¡Pero papá!, ¡este vestido es una cursilada!
A llegar a la puerta, había una mujer muy sonriente. Era
alta, delgada, con el pelo muy liso y la cara más pintada que una puerta.
Aunque se rostro y su cuerpo eran hermosos, a Maya le recorrió un escalofrío
por la columna vertebral. No le gustó nada. A partir de aquel día Nieves, ese
era su nombre, les acompañaba cada vez que salían de paseo. Papá ya no le cogía
de la man; casi se diría que olvidaba su compañía. Maya se sentía chiquita, invisible
frente a aquella mujer que había enamorado a su padre.
Una mañana de primavera, Maya se puso otro ridículo vestido
de lazos. Esta vez, para ir a la iglesia. Su padre se casaba con Nieves. Nieves
la madrastra.
Continuará