Cuenta la leyenda que hubo un reino
seco y árido, donde el viento soplaba sin tregua y el río bajaba
caudaloso. Una tierra triste donde no se escuchaban risas. Las hadas, deseosas de ayudar, enviaron a
una princesa al reino. Una niña que alegrase a todos aquellos que la
conocieran. Una mañana fresca de otoño, nació la princesa
Malena. Dicen quienes la vieron que sus ojos brillaban como luceros
y sus rizos de ébano eran suaves como la seda.
El día de su segundo cumpleaños, sus
hadas madrinas le hicieron un regalo muy especial.
- Querida niña. Te entregamos
esta cajita de plata bruñida. En ella hemos guardado los más
hermosos dones: belleza para iluminar el día; inteligencia para
ayudar a los demás; sonrisas que hacen reír; amor para hacer
felices a todos. Cuídala, es tu más preciada posesión.
La princesa guardó la cajita en un
bolsillo del vestido y nunca, nunca, se separó de ella.
A medida que fue creciendo, la cajita
se hizo más pesada, pues las virtudes que contenía habían
aumentado. Así, se convirtió en una muchacha bella y de buen
corazón que, gracias a su sabiduría, ayudaba a los demás, siempre
con una sonrisa.
Una noche de invierno, una bruja
malvada disfrazada de anciana llamó a la puerta del castillo.
- Buenas noches, linda muchacha.
Soy una pobre viejecita que se ha perdido. ¿Podría pasar la noche
en las caballerizas antes de seguir con mi camino?
Malena se compadeció de ella. Le
preparó un baño caliente, le dio de cenar y le dejó dormir en su
cama, mientras que ella se recostó en un sillón. En mitad de la
madrugada, la bruja se despertó y se acercó sigilosa a la princesa
con la intención de robarle la cajita. Buscó en los bolsillos del
vestido, pero no la encontró. Furiosa, volvió a la cama y se
acostó. A la mañana siguiente, la joven le llevó el desayuno a la
cama y, con una sonrisa, le preguntó:
- ¿Ha dormido usted bien?
- Sí querida, pero algo perturbó
mi descanso.
- ¿Acaso no halló lo que venía
buscando?
La bruja enmudeció. Se dio
cuenta de que los malos sentimientos le había abandonado. Ya no se
sentía ni triste ni enfadada. Una luz de bondad brotaba de su pecho.
Malena, consciente de ello, le dijo.
- Aquella cajita que buscaba la
guardo en mi corazón. Al entrar en mi casa, comer de mi plato y
dormir en mi cama, ahora tú también tienes una parte de sus dones.
Así, la bruja se convirtió en una
buena anciana y prosiguió su camino por en reino, contando a todos
lo buena que era la princesa. La princesa Malena
A mi hija, en el día de su segundo cumpleaños