Verano. Una tarde de agosto. Mi madre me da mandarinas tempraneras para merendar. Espinete se ha ido de vacaciones; en su lugar, un avión surca el cielo estrellado. Una música de fondo hace soñar. Arabesque nº 1 de Debussy, versión de Isao Tomita. No hay muñequitos, ni canciones ridículas. Es diferente, moderno, evocador. Es Planeta Imaginario.
La melodía volvió a mí el otro día, me encontró por la calle, se trasladó a otro mundo, a otra realidad lejana.
Un planeta de plastilina, marionetas filosóficas, adultos que sabían hablar con niños. Realmente, otro planeta.