Diez años para crecer, madurar, hacerse, dejarse llevar.
En la Nochevieja del nuevo milenio, escuchaba Una Noche más, de J.Lo y soñaba con nuevos mundos milenarios, temiendo el reseteo mundial de las máquinas. Con un título bajo el brazo, cogía mi maleta rumbo a otro país.
El Euro llegó, nos dijeron que no fumaríamos en los bares, se complicó viajar en avión - soy la mujer más cacheada del mundo, doy fe - .
El amor ya no fue un juego de niños. Se asemejó a un pececito ; se resbalaba de las manos. Con un largo sedal se dejó atrapar bajo las sombras de un castillo eslavo.
Viajé inagotablemente, mareé el pasaporte, pero el mundo vino a mí: fui inglesa, francesa, guiri en mi tierra.
Conocí el desencanto, la soledad, el miedo, la rabia y la impotencia. Y después, lo metí todo en un bolso y salí de fiesta.
Trotamundos di con mis huesos otra vez junto al Ebro ventolero. Rebelde que soy, no dejaré mis raíces crecer.
Aún no he escuchado la melodía del cambio. Quizás sea hora de apagar...
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