martes, 3 de marzo de 2009

Love hotel


- No te preocupes, nadie nos verá entrar. Todo es automático.
Me convence y recorremos el pasillo enmoquetado. Él, presuroso; yo, aún cohibida.
Junto a la puerta de la 305, una máquina expendedora. Otra más. Ropa interior desechable, juguetitos para adultos, preservativos y chocolatinas. Todo de brillantes colores.
Entramos. La habitación es rosa y de peluche. La cama tiene forma de corazón y el techo está forrado de espejo. Muy propio.
- ¿Quieres pasar al baño? Me pregunta mientras me quita la chaqueta. Yo solo quiero evaporarme, desandar mis pasos y volver al bullicio de la calle. Retomar mis libros y volver a las clases, huir de noches turbias y compañías rogadas.
Pero es tarde. Ya no hay trenes, ya no hay vuelta atrás. Ahí estamos. Dos amantes que se vuelven extraños por el decorado.
Un love hotel, dos horas por delante. Nadie sabe que estamos aquí, nadie nos echa de menos, ni tan siquiera nosotros mismos.

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