jueves, 7 de mayo de 2009

Praga


Seguro que todos los que estamos aquí lo hemos pensado en algún instante de nuestras vidas, tan perplejos como despreocupados y felices; seguro que alguna vez se han interrogado sobre las leyes del azar que actúan para que nos alcance el primer e inesperado relámpago de un amor. Un amor cuando casi todavía no es nada, el murmullo de una sombra, un rumor que se aproxima, ese frágil tallo que se agita para brotar a la superficie.
¿Quién sabe cuándo, en qué instante, se desencadena esa minuciosa maquinaria del corazón, esa diminuta fábrica febril que se adueña de nuestra vida, esa delicada orfebrería de las primeras palabras, una mirada fugaz y una caricia sólo insinuada; el abismo, el cielo y el vértigo de los labios tan próximos, tan la inminencia de un primer beso, el tiempo clausurado, el mundo vibrando en torno?
Aunque a veces sí, a veces esa historia del corazón tiene su cartografía precisa –arrecifes angustiosos, prometedores senderos- su imagen nítida y un verso rítmicamente labrado y rimado.
Praga con Pablo y Marta.
Marta y Pablo en Praga. Praga, ya su nombre parece cincelado en el material de la fantasía y los sueños. Praga, un castillo en lo alto como una sombría amenaza o un hechizo sobre la ciudad. Torres inquietantes y picudas, poetas de un humorismo serio y reconcentrado, un alquimista en cada buhardilla, rabinos en la penumbra sepia formulando sortilegios. Pablo y Marta sobre los puentes del Moldava. Imagínense que estamos dentro de un cuento y que ese cuento comenzaba diciendo:
<<Érase una vez un hermoso puente sobre las aguas oscuras del río Moldava, y sobre ese puente Pablo y Marta, mirándose, reconociéndose como desde lo profundo del tiempo; Pablo y Marta cogiéndose de la mano, cruzando de manera lenta e inacabable ese puente, ese río de aguas encantadas, esos dos ríos fundidos en una sola agua. Marta y Pablo caminando sobre puentes que sobrevuelan la soledad, el pasado en singular, mecidos en una corriente ancha, serena y poderosa –del escalofrío de plata del Moldava al oro agudo del Guadalquivir- Marta y Pablo adentrándose en la luz cegadora de este presente sin resquicios, sin amenazas, juntos ya, un solo navío espacioso, un solo rumbo, empujados firmemente por el viento de los amores dichosos>>


Bruno, abril de 2009. Para mis primos Marta y Pablo,
Porque fui feliz cuando se encontraron, porque están hechos el uno para el otro.

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