Ilustración: Charlotte Pardi |
Gominola se acostó pronto. Gominola estaba nerviosa, no podía dormir. Esperaba a los Reyes Magos. Unos señores extranjeros que entrarían a su casa por la ventana. Pero la ventana estaba cerrada, porque hacía frío. Gominola no quería perderse tal acontecimiento. María, la nena a la que pertenecía quería dormir; ella, chica lista, como no tenía párpados, no perdería ripio.
Oyó ruidos en el pasillo, pasos dados de puntillas. Gominola hubiese querido saber hablar, despertar a María. Sintió a los camellos, el crujir del papel de celofán de los polvorones, los traguitos de anís. Y los regalos. Paquetes, envoltorios, cajas, bolsas. ¡Qué contentos se pondrán todos mañana! De la misma forma que vinieron, se fueron. Sin hacer mucho ruido, con cuidado. Gominola se quedó tranquila, acurrucada junto a su dueña. Mañana sería pronto. Mañana sería fiesta.
Justo antes de dormirse, sintió una punzada en su tripita. ¿Y si los Reyes le traían a María otra muñeca de trapo?
Hola, guapetona.
ResponderEliminarLamento ser pesado. Si quieres, dejo de escribir comentarios en tu blog hasta dentro de unas semanas. Pero el caso es que el cuento de Gominola me ha parecido extraordinario. Inolvidable, incluso. Pues eso. Que lo sepas.
Busco editor para mis poemas. Sugerencias?
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