Lejos de la morbosidad que hoy nos produce, la muerte era un compañero cotidiano en nuestras vidas hasta la Primera Guerra Mundial, cuando la masacre nos hizo mirar a otro lado, pasar el duelo en privado.
Así, las familias gastaban sus peniques en tener un último, un único recuerdo de sus seres queridos, quizás nunca antes inmortalizados. Fotos llenas de amor, de ternura. Homenaje victoriano.




La ONG Now I lay me down to sleep recoge esta tradición decimonónica. Brinda la oportunidad de guardar un recuerdo de sus hijos nonatos a padres que necesitan hacer un duelo, ser conscientes de la pérdida, pero también de la existencia de los pequeños durmientes.
Un retrato para la eternidad
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