Un chaval cualquiera, llamémoslo Pepito. Un barrio de aluvión con aroma a cocido y porro. Un cuadro costumbrista de nuevo cuño. Personajes del cotidiano, soñadores catódicos, naúfragos en un guión mal escrito. Un viaje a los infiernos de la mente en platillo espacial. Un decorado maquinado por la cultura del pelotazo.
El Señor Chinarro Luque, padre de canciones como mordiscos, retrata en su primera novela un paisaje asolado por la nada que envuelve a los que nada pretenden. Una chispa de cordura creativa en el desierto de novelas rápidas y sin alma que pueblan los estantes de los centros comerciales y estaciones de tren. Un Galdós de polígonos y parques; escenarios del presente sin futuro.
Grande Chinarro, Grande...
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