El parroquiano celoso y la estanquera hipocondriaca desatan su amor en los baños de un café de Montmartre. La puerta tiembla con sus embestidas; la luz parpadea; los vasos rechinan. El mundo se para por un instante.
La joven abre la puerta. Imagina paredes arañadas, marcas de amor. En su lugar, encuentra un altarcito con recuerdos de aquella camarera que, un día, encontró su destino en Les Deux Moulins.
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