Cuando el calor aprieta, el jefe se vuelve -más- neurótico, la vida se nos hace cuesta arriba y las mañanas son la subida del Tourmalet, soñamos con salir corriendo hacia algún lugar lejano, paradisíaco si es posible. Una tierrade Jauja donde las fuentes manen mojitos y los hombres sean guapos y estén bronceados. Como la mayoría de los mortales, nos conformamos con apretujarnos en aviones tercermundistas, playas abarrotadas, museos fast-food e inmortalizar vía Facebook lo ya por todos conocido.
Las vacaciones nos estresan.
Abrimos la puerta de nuestra casa, aún con arena en los bolsillos y el estómago aturdido de tanto buffé. Pisamos el suelo del recibidor como el Papa pisa tierra santa. Volvemos a nuestras rutinas, seguros en ellas, sin miedo a perdernos. Dormimos en camas amigas, almohada compañera.
Nada como el hogar
A mí una de las cosas que más me gusta de post-vacaciones es asentar la cabeza sobre los hombros. Saber qué día de la semana es, que la cama donde duermes es tuya, con tu osito y tu edredón, saber que siempre habrá tiempo para el verano, pero que también lo hay para la pura realidad.
ResponderEliminarY no es que me guste la rutina, pero creo que es necesaria para que las vacaciones sepan mejor.
Esto ahora lo digo fácil, el 8 de septiembre... No.