miércoles, 21 de septiembre de 2011

Relatos otoñales: El coleccionista II

A simple vista era una muñeca más, hermosa, pero sin ningún rasgo especial. Eran sus ojos grandes y brillantes que parecían mirarle los que le cautivaron. Aquella criatura parecía estar viva. Se ganó un puesto de honor en la vitrina, en un lugar visible; en primera fila. 
Mientras cenaba, sentado en el sofá con la bandeja sobre las piernas, ajeno al ruido de la televisión, contemplaba a su nueva inquilina. No podía evitarlo; su mirada se clababa en la larga cabellera oscura, en su traje almidonado. En aquellos ojos negros que le sonreían. Quizás era la novedad, quién sabe. Aquella noche le costó dormir.
Algo cambió en la rutina del tendero. Se mostraba más ensimismiado que de costumbre, deseoso de acabar su jornada y volver a casa. Cada vez abría más tarde y cerraba más pronto. Los fines de semana dejó de ir al cine. Se quedaba en casa, junto a aquella criatura que le tenía absorbido. No se podían separar.
Una mañana, dispuesto a la limpieza semanal de su colección, notó algo extraño. Juraría que la muñeca no estaba ahí. Pero, ¿cómo podía haberse movido de sitio? Se miraron. Ella pestañeó. No eran alucionaciones, lo hizo.
Continuará

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