Si tuviera que poner una banda sonora a mi vida, pediría un tocadiscos y dejaría que sonase una melodía dulce, melancólica. Sería un tema de La Buena Vida. Aquellos chicos norteños, con aire de catequesis y guitarrita ñoña. Conservo como un tesoro una cassette escrita a boli y póstumamente dedicada. Sonaba hipnóticamente en el walkman, compañera en mis viajes por otras tierras. Soidemersol-losremedios. Ningún hombre me ha hecho llorar tanto como Pedro San Martín y su guitarra. Iranzu y su voz aterciopelada.
Canciones para enamorarse, dsengañarse, conocerse, quererse, reinventarse. Ritmos que ahora son nanas susurradas al oído de mi hija, con la esperanza que siembren en ella la delicada semilla de la melancolía.
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