jueves, 17 de noviembre de 2011

La noyée

De su cuerpo, inertes, solo asoman sus pantorrillas. Adivino que es una mujer; tacones por zapatos, suelas desgastadas. Anduvo mucho en su vida. Hizo y deshizo caminos embarrados, pedregosos, empinados. Nadie sabe cómo acabó en el fondo del lago; tan poco profundo en apariencia, pero oscuro y turbio en lo más hondo. Quizás resbaló, quizás se dejó caer. Inercia de días grises, de tardes adormecidas, de rutinas aprendidas. Cual Narciso, descubrió el reflejo de su pasado; se obnubiló con lo ya olvidado. Y, aunque fueron muchos los que pasaron, nadie se percató de las burbujas que gritaba el agua, del aire que se le escapaba. Lo último que vio fue la luz tamizada de la superficie. Quiso tocarla. Pero sus manos estaban presas por el hilo invisible de la melancolía.

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