miércoles, 29 de octubre de 2008

Pensamientos sureños II


Paseando por la Alfalfa nunca sabes qué te puedes encontrar.

La primera lección que se aprende es que no hay que descuidar el aspecto físico; nada de bajar al Supersol en chanclas y vestidito de andar por casa, porque en la fila de la caja puede estar José Víctor, Vittorio para los fashion, comprando cocacolas de punta en blanco. ¡Cómo aguantará ese tío con la camisa abrochada con la que cae en agosto!

Segunda lección, los reporteros acechan en cualquier esquina. Que lo mismo te encuentras a un tomatero - RIP- que a un amiguete de AnaRosa preguntándose por los desvaríos de Nati Abascal o de sus impresionantes hijos.

Eso me recuerda una tercera lección: eres vecina de los Duques de Feria; no del padre aquel que jugaba con vestiditos de niña, sino de sus hijos. SUS HIJOS. La sublimación de la raza masculina, vamos, que te los cruzas por la calle Zamudio, pequeña ella, y no sabes si seguir andando o darle gracias a alguna de las vírgenes cercanas.

Cuarta lección: el glamour se toma vacaciones. Lo mismo te cruzas un día con un guiri zarrapastroso por la Pila del Pato y resulta ser Jean Paul Gaultier en plan turista, ¡con pantalones piratas, caniseta sin mangas y mariconera! Yo creo que ya no le voy a seguir comprando...

Mi quinta lección se sitúa en mi lugar favorito del barrio: el Bar Alfalfa, pero me lo reservo para otra ocasión...

Y sí, la sexta es la que estáis imaginando. Viviendo en Sevilla es más que probable que seas vecino de una folcklórica. La mía, Falete. Aún recuerdo la primera vez que nos cruzamos por la calle: tú, arreglao pero informal, con piratas (¡¡qué manía!!) y la raya bien pintá. De un brazo, tu madre, que más parece una amiga confidente por su juventud. Del otro, tus perritos, adminículo indispensable en esto de la farándula. Desde entonces han sido muchas las veces que hemos coincidido.
Gran personaje, grande, grande. Con ese aire entre lo pantojil y lo Felipe Reyes chanante, que no sabes si te va a cantar o te va a contar una de mundo viejuno.
El otro día me enteraba por la tele de lo de tu novio rana. El pobre. Siempre dando vueltas por la plaza, con esa cara de Torero desnutrido; el jersey al hombro, los pantalones rojos y el mocasín blanco. Sin olvidar el cinturón bandera de España, ¡faltara más! Nunca os ví del brazo, pero os imagino chupando gamba amarraditos en la barra de los Coloniales ¡qué hermosura de estampa!

Siempre cantando al desamor y a la tragedia Falete y, por fín, te has construído una a tu medida. Ahora si que eres el Más grande, Grande, muy Grande...

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