Tus dientes salidos, el flequillo travieso y la carita de niña buena. Mirabas arrebolada a aquel hombre prohibido y canalla, entonando gemidos de otra, más rubia y voluptuosa que tú.
Cuando era adolescente soñaba que paseábamos las dos, vestidas con marinières, por las orillas de la duna. Me contabas historias de joyas, largas melenas y gitanes; me cantabas lo que el gran Gainsbarre te escribió y yo soñaba que era una de sus lolitas etéreas.
Jane, Marilou, Mme. Gainsbourg...
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