martes, 10 de febrero de 2009

Un, dos, tres, al escondite inglés

Me has vuelto a encontrar, y mira que yo me escondí. Te dije que no volvieras, te despedí amistosamente, fui condescenidente y, cuando diste media vuelta, cambié las cerraduras de mi risa, atranqué las ventanas del alma, mudé las costumbres, me disfracé de carnal.
Recogí las miguitas del camino para que nunca más supieras dónde me escondía, para que solo fuera una foto en tu mesilla, una antigua colonia ya republicana.
Volví a salir a la calle vestida de mil colores, sin sombras a mis pies, llena de flores y pasiones. Te canté victoria.
Pero no hay guerra que no pierda batalla; así que, una mañana soleada, te volví a sentir, tan apasionada como siempre. Llegaste como siempre, sin avisar, imponente, majestuosa, y me volví a rendir a tu evidencia.
Aunque instalada en el salón, hay momentos en los que me burlo de tí, refugiándome bajo las faldas de la mesa camilla, jugando como una niña por la noche.
Puede que esta vez hayas dado conmigo, pero conozco tretas imposibles, escondites infalibles, espejos de Alicia a los que nunca podrás llegar.
Así que espérame pacientemente, dormita mientras me escapo por la trampilla. Tómate unas vacaciones de mi presencia y añórame, pero no alientes tu deseo. Ya no soy tuya, solo te dejo visitarme.

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