Las flores que pisas ya nunca vuelven a sentirse enhiestas, ya no ven el sol.
Las sonrisas que borras se diluyen en los días, se olvidan de brotar.
Los brazos que rechazas se repliegan y desaparecen.
Lo que evitas, ignoras o desprecias, no lo vuelvas a buscar, se lo tragó la tierra.
Así un día te quedes solo, olvidado en tu rincón horadado en el orgullo. Mirarás en derredor y solo habrá NADA, tan gris y opaca, tan borrosa y fría como aquella que sembraste.
Como el respeto que olvidaste.
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