jueves, 26 de febrero de 2009

Nadja


Nadja, la que me miraba sin ver, la funanbulista de la locura. La libre.

Te espiaba al salir de los cafés, esperando el momento oportuno para abordarte en cualquier callejón. Sí, ansiaba tus carnes, tu pelo, pero codiciaba tu libertad. Vestida con tutú y pamela, largos collares al cuello, estrambótica presencia que te hacía adorable.

No tenías miedo al otro, te atrevías con todo. Tu propia cárcel eras tú; lo demás, libertad.

Y yo, pobre hombre, no osaba salir a la calle sin abrillantar mis zapatos. Gris y triste, olvidado funcionario.

Nadja, tan joven tu piel, tan anciana tu experiencia. La que bailaba con las farolas, la que saludaba por el boulevard.

Nadja, mi musa, mi imagen, mi locura.

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